Existen varias características que podemos atribuir a una caja o figura de cartón, como: la reciclabilidad, manipulabilidad y fragilidad, y de alguna manera estos atributos nos ayudan a definir el estado en que se encuentra la república en los últimos años.
Lo reciclable: El relato
Si algo tiene este país de reciclado en los últimos siete años y tres gobiernos, es el discurso único y hegemónico, de una de las veredas del escenario político, un relato sin fundamento y que raya en lo absurdo, manufacturado por aquellos que tienen el arte de disfrazar su interés particular, de interés común, quienes además tienen una consigna clara: << neutralizar a Correa en lo político aunque nos cueste en la economía>>, claro, cuando dicen economía, no se refieren a la suya sino a la de las grandes clases populares a quienes detestan por definición.
Y cualquiera diría que la forma más fácil de proscribir a un hombre del escenario político, es ser mejor que él, es decir mejorar sus números en la gestión pública y demostrar en la práctica y con el poder político, que la Revolución Ciudadana fue un fracaso para el país como ellos han aseverado.
Sin embargo, no solo que no han tenido suerte, pues Correa sigue siendo el presidente mejor calificado a nivel de imagen, desde el retorno a la democracia por la mayoría de encuestadoras, (esto a pesar de años de cruda persecución), sino que también lo único que ha logrado esta ideología del odio, es acabar con la institucionalidad del país, y con ello los cimientos del desarrollo, disparando cifras totalmente adversas para el país en materia económica, social y política, sin superar los indicadores de gestión del gobierno de quien critican en su odio primitivo, más bien estando en la antípoda de sus cifras.
A ellos no les importa estar peor que antes, con tal de que los que no pertenecen a su “clase social” no estén en su mismo nivel, ni tengan acceso a las oportunidades que ellos tienen.
Lo Manipulable: la verdad
Una mentira repetida mil veces no se convierte en verdad.
Si algo tienen en común los tres últimos mandatarios es que todos han sido fraudes democráticos, que han manipulado a los electores con engaño, ejecutando un plan de gobierno que no está registrado dentro de sus propuestas en la campaña electoral.
La mentira se ha institucionalizado en el país, en diferentes niveles, desde cambiar los logos para que parezcan obras propias, pasando por 900 días de terror y lágrimas, hasta la manipulación en la interpretación de cifras y eventos pomposos para la suscripción de simples garantías soberanas.
Esta oligarquía tiene una deuda inconmensurable con la verdad y con el país.
Lo frágil – la institucionalidad
La fragilidad institucional, el narcisismo pseudomonárquico, y la falta de consenso político en Ecuador se asemejan a las características del cartón en su forma original. Los intereses de la aristocracia estos siete años ha debilitado las estructuras de gobierno, impidiendo la consolidación de políticas públicas efectivas y duraderas. La corrupción y la falta de transparencia han permeado prácticamente todas las instituciones, debilitando su legitimidad y minando la confianza ciudadanía
Por lo que, el país debe dejar de prestar atención a los gobiernos de muñecos de cartón que se presentan como lo nuevo, pero vienen con una sintomatología de lo mas rancio de la vieja política.
El Ecuador tiene la oportunidad de fortalecer su institucionalidad mediante una vía democrática, acudiendo al eco del clamor del 2006 que resuena en todas partes los últimos días: QUE SE VAYAN TODOS, y una herramienta que dé respuesta a este clamor, podría ser una asamblea constituyente de plenos poderes, no que refunde al país, pero sí que devuelva el poder político a los mandantes, al pueblo llano, que es la verdadera definición de democracia
y aunque hoy la república se asemeje a un reciclable, manipulable y frágil cartón, siempre de una mano capacitada, técnica y experimentada, ese cartón, puede ser transformado mediante procesos de rigidez y resistencia, en el paquete que traiga esperanza de días mejores.
Artículo firmado por Jean Iñiguez