I’m La finalización de funciones del Embajador de los Estados Unidos de América en nuestro país, Michael Fitzpatrick, y la llegada de su sucesor en tan importante cargo, Arthur Brown, ambos experimentados diplomáticos de carrera, constituyen una ocasión propicia para reflexionar sobre la política exterior de Washington, el papel que cumplen sus representantes en el exterior y la conducta servil y entreguista de los gobiernos de los Presidentes Moreno, Lasso y Noboa.

​En primer lugar, es indispensable puntualizar que los Embajadores no definen la política exterior de sus respectivos países.  Son los ejecutores prácticos de la política internacional trazada soberanamente por sus gobiernos, de acuerdo con su normativa interna, los principios del derecho internacional y sus más altos intereses de todo orden, derivados de su realidad política, económica y social, así como de las características del mundo contemporáneo y de su inserción e influencia en el mismo.

​La política exterior de los Estados Unidos de América tiene un alcance global y corresponde a su realidad de superpotencia mundial con profundos y variados intereses en todos los países y regiones, cuyo poder político, económico, financiero, cultural, tecnológico y militar se refleja permanentemente en su acción internacional y en su marcada e influyente presencia en los distintos y amplios ámbitos de las relaciones internacionales, que incluyen, obviamente, las esferas bilateral, multilateral y los organismos internacionales.

​La labor de los Embajadores es representar soberanamente a sus respectivos países y mantener las mejores relaciones en el lugar de su acreditación para defender, preservar, promover, fortalecer y profundizar sus propios intereses en los campos político, comercial, cultural, migratorio, entre muchos otros, a través de acuerdos e imaginativas formas de cooperación. En el caso de los Embajadores de los Estados Unidos esos intereses corresponden a la realidad descrita en el párrafo anterior y en el caso del Ecuador y América Latina su acción se orienta a mantener y robustecer su hegemonía a través del alineamiento con sus posiciones y visiones sobre la democracia, el desarrollo, la paz y la seguridad internacional, el comercio, la lucha contra el delito transnacional, la migración, la cooperación y, naturalmente, a impedir “la penetración de influencias extranjeras malignas” que atentan contra sus intereses hegemónicos y la absurda división del mundo en buenos y malos según los criterios de Washington. Los legítimos intereses soberanos de los otros países quedan completamente subordinados a las visiones e intereses de los Estados Unidos de América.

​El trabajo de los Embajadores de los Estados Unidos, que son los ejecutores de la política exterior de su país, encuentra tierra fértil en gobiernos entreguistas que consideran que el tutelaje y la sumisión a los intereses y visiones de Washington son parte sustantiva e indispensable de nuestra vida como naciones, de un orden “natural” que privilegia a las élites locales y mantiene una histórica situación de pobreza, desigualdad e injusticia para las mayorías.

​El Embajador Fitzpatrick cumplió sus funciones en el Ecuador durante los gobiernos de los Presidentes Moreno, Lasso y Noboa, que constituyen, sin duda, los casos de mayor vergüenza, servilismo e irreflexivo alineamiento con los Estados Unidos de América en nuestra política exterior desde el retorno a la democracia en 1979 y uno de los períodos nefastos de la historia nacional.  La ignominiosa entrega de Julián Assange; la destrucción de la integración regional; el apoyo al golpe de estado en Bolivia y la reelección de Almagro; el impulso y posterior ejecución de la Ley de Asociación Estratégica Ecuador-Estados Unidos de América, aprobada en el Congreso de ese país y que en su oportunidad mereció el rechazo y condena de nuestra Asamblea Nacional por atentar contra la soberanía y la dignidad de nuestro país al consagrar el tutelaje de nuestra política internacional; los nuevos y opacos convenios de seguridad, que inclusive llegan a conceder inmunidad a las tropas extranjeras que se encuentren en el país; la torpeza del fallido canje de armamento ruso con destino a Ucrania; el vergonzoso apoyo a Israel y el silencio ante el genocidio en Gaza son algunos hechos que evidencian, de manera inequívoca, la total sumisión del Ecuador a las directrices y visiones de los Estados Unidos de América, impulsada eficientemente por su Embajador en Quito y aceptada con  beneplácito por las más altas autoridades nacionales  en detrimento de los principios y mandatos de nuestra Constitución y de nuestros propios intereses.

​El Embajador Fitzpatrick también logró que los más diversos funcionarios de su país visiten el Ecuador y sean recibidos por los Presidentes de la República, sus Cancilleres y Ministros de Estado, sin consideración de su rango y jerarquía, sin agendas ni preparación previa, sin tomar en cuenta sus antecedentes y visiones sobre la región. Asimismo, los citados Presidentes de la República, a pesar de no ser lo que corresponde protocolariamente, han asistido honrados a la recepción del 4 de Julio y el Presidente Lasso llegó al extremo de participar en Guayaquil en la celebración del aniversario del Cuerpo de Marina de los Estados Unidos de América cuando tenía lugar una de las terribles masacres carcelarias en esa ciudad. Fitzpatrick también cultivó las mejores relaciones con las Cámaras de la Producción y obviamente con los medios de comunicación, actores políticos que apoyan y protegen los desastrosos gobiernos neoliberales. Tuvo siempre micrófono abierto para opinar libremente sobre sensibles asuntos internos de nuestro país, tales como delicados casos judiciales, la existencia de narco generales o la impropia designación de la Vicepresidenta como “Embajadora para la Paz”, pero la Cancillería ecuatoriana jamás cuestionó tal intervencionismo, contrario a las normas de la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas, y, por el contrario, sus expresiones fueron motivo de complacencia porque “el gran tutor” había fijado su posición sobre algún tema de interés nacional.

​El Embajador Fitzpatrick no es el responsable de que el Ecuador ejecute una política internacional servil y entreguista; contraria a los principios de nuestra Constitución y de nuestra tradición jurídica; ajena a los conceptos de soberanía, dignidad y a nuestros más altos intereses; divorciada de la integración regional y de las causas del Sur Global. No es culpable de que gobiernos cipayos consideren que la sumisión a los intereses y visiones de Washington es sinónimo de “magníficas relaciones”. Los únicos responsables de esta vergonzosa política exterior, de la paupérrima imagen internacional del país y de la subordinación de nuestros verdaderos intereses son los Presidentes Moreno, Lasso y Noboa, con sus improvisados Cancilleres, dóciles y serviles ante los Estados Unidos y su Embajador en Quito, inconscientes de la soberanía y la dignidad del Ecuador, así como de su lugar en le región y el mundo.

​Con gobiernos democráticos conscientes de la soberanía y la dignidad del país, como los de Jaime Roldós, Rodrigo Borja o Rafael Correa, el ciego alineamiento con las políticas de los Estados Unidos de América y la consecuente labor de un Embajador como Fitzpatrick eran inconcebibles. Para muchos ecuatorianos el intenso trabajo desempeñado por el Embajador Fitzpatrick en nuestro país es sinónimo de las políticas imperiales de los Estados Unidos de América y del intervencionismo de sus representantes diplomáticos. Sin embargo, el pensamiento y la visión de los gobiernos serviles con los que actuó el citado Embajador quedaron claramente reflejados en un artículo del ex Canciller Juan Carlos Holguín -”Un Embajador a la altura de nuestros volcanes”- publicado en el diario “Expreso”, en el cual, entre otros elogios, destaca su respeto por los asuntos internos ecuatorianos. ¡Increíble!

​El nuevo Embajador de los Estados Unidos de América en el Ecuador, Arthur Brown, iniciará oficialmente sus funciones en nuestro país en los próximos días. Llega al Ecuador en un momento particularmente difícil y sensible. Pronto deberá conocer con profundidad la grave situación del país, las nefastas consecuencias de tres gobiernos neoliberales y la esperanza que el pueblo ecuatoriano deposita en el próximo proceso electoral, cuyo resultado será el reflejo inequívoco de la voluntad popular. Los Estados Unidos también enfrentarán un proceso electoral en los próximos meses y, a pesar de que su política exterior no se modifica sustantivamente con demócratas o republicanos, los cambios de gobierno en ambos países, así como las circunstancias regionales y mundiales representan un renovado escenario particular para el desarrollo de nuestros vínculos.

​El Embajador Brown debe tener la certeza que el Ecuador desea y requiere las mejores relaciones con los Estados Unidos de América, basadas en los principios del derecho internacional, en el respeto mutuo y la no intervención; en el diálogo franco y directo, propio de amigos y socios con una larga tradición; en el conocimiento y sensibilidad frente a las realidades recíprocas; en la cooperación mutuamente beneficiosa; en la significativa presencia de una gran comunidad ecuatoriana; en los valores e intereses compartidos; en la colaboración en los organismos internacionales. El fortalecimiento y profundización de nuestras relaciones bilaterales con los Estados Unidos de América sobre la base de los criterios anotados, entre otros, requieren voluntad política, comprensión recíproca y conjunción de intereses, a fin de que logren cumplir las legítimas aspiraciones de nuestros pueblos y contribuyan positivamente a su creciente desarrollo con bienestar, educación, salud y justicia social en un marco de auténtica democracia, soberanía y respeto a los derechos humanos.

Fernando Yépez Lasso, excanciller