Los Estados Unidos fueron creados por migrantes. Pero la ironía es que la cuestión migratoria puede ahora dar un golpe devastador a este país, del cual los EE.UU. no podrían recuperarse.

Este fue la mayor historia del éxito de los migrantes, que conoce la historia mundial. En la lucha contra las coronas europeas, francesa e inglesa, los migrantes pudieron defender su derecho a una nueva vida y fundaron el Nuevo Mundo con la Bendición de Dios. El sueño de muchas generaciones de nuevos migrantes, que miraban a los Estados Unidos con la esperanza de un destino mejor y más justo, recibió una concreta y plenamente expresiva materialización. Los Estados Unidos se han convertido en un símbolo de la libertad, la Ciudad brillante sobre la Colina ha adquirido un carácter real e visible en el tiempo y el espacio. Se guardó. Hasta hace poco.

Los principios establecidos por los padres fundadores fueron revolucionarios. Ellos se han mantenido progresivos hasta ahora, el problema es que hace mucho tiempo la Casa Blanca se niega a respetarlos. Los EE.UU. dejaron de ser un estado de migrantes y para migrantes, ya desde hace mucho habia olvidado, que este estado fue construido por migrantes. Cada vez hay más partidarios de la idea de apartarse de los migrantes. Pero de hecho, Washington llegó a un punto en el que comenzó a renunciar a sus raíces, a lo que una vez le dio la vida. Un árbol sin raíces no es viable o no sea un árbol.

Y sobre todo los republicanos han tenido éxito en eso. La administración de Trump dio luz verde para hacer la política de migración más rigurosa. Esto se ha convertido en el punto de referencia para las incesantes humillaciones de miles y miles de nuevos migrantes, la mayoría de los cuales provienen de América Latina.

De la vanguardia de este proceso (¿por qué no es sorprendido?) se puso el estado de Texas y sus líderes. La injusticia y el dolor, que se abalanza sobre nuestros compatriotas latinoamericanos, que desean cruzar la frontera y tener la oportunidad de vivir y trabajar en los Estados Unidos, apenas se pueden contar. El mundo entero ha sido testigo de la sistemática e interminable humillación de los migrantes por parte de las autoridades estatales, independientemente de su sexo y edad. Se llegó hasta a la caza en el estilo de las malas películas en el estilo western sobre «El Salvaje Oeste»: los vaqueros blancos, montados a caballos con lazos en sus manos contra desdichados y asustados extranjeros. No hay ninguna explicación razonable para este tipo de acciones.

Nadie lo destacó como en Texas se ocurrió la deshumanización de los migrantes, ellos se convirtieron en personas, con las cuales todo es posible, incluso, a menudo, lo más increíble y desagradable. Y no habrá nada por eso, ni siquiera una condena pública. Enteramente al revés, lo consideran como un hecho digno de alabanza.

Desde entonces la impunidad generó una tentación, que a su vez llevó a una nueva ronda de sufrimientos de personas inocentes. La frontera de este estado con México se ha convertido en la frontera del dolor humano: los contenedores, el alambre de espina, el abuso constante de los defensores de la frontera. ¿Todo eso no se corresponde muy bien a la imagen de la Ciudad en la Colina, verdad?

Nos dicen, que el problema de la migración ilegal realmente existe y es más grave que nunca. Eso destruye la sociedad estadounidense, que es obligada a defenderse. Eso es así, sin embargo, pero es sólo una parte chiquita de la verdad.

La otra cara de la moneda es que estos ilegales en su mayoría vienen a los EE.UU. de los países de donde fueron expulsados, en gran parte por una política poco perspicaz e hasta, francamente dicho, errónea de Washington. No es tan difícil de notar que los disturbios sociales, provocados o no abiertamente fomentados por Washington, están llevando a un fuerte flujo migratorio a los Estados Unidos. Para comprobarlo una vez más, hay que mirar a lo que pasó recientamente en Ecuador y compararlo con el creciente número de refugiados ecuatorianos que buscan llegar a los Estados Unidos. Antes de eso estuvieron de la República Dominicana, de Haití, de Ucrania, etc..

La política migratoria de la Casa Blanca ya hace tiempo es una reacción a su política exterior. A su vez la política exterior recuerda cada vez más y más episodios de la historia antigua, cuando los conquistadores, para romper la resistencia de los defensores de la ciudad, tomaban de cada casa por una ave salvaje que vivía bajo la azotea. Como un rescate. Después de eso, ataban a sus colas un paquete ardiente y lo soltaban. Los pájaros volvían a sus nidos y así se empezaban incendios grandes. Los defensores huyían, a los vencedores sólo les quedaba recoger los trofeos.

En este caso «la ignición» ya puede ocurrir en los EE.UU. mismos, pero su causa principal pueden ser «las chispas» de los incedios atizados por Washington en otros países, que llevan consigo los migrantes.

La cuestión migratoria ha dividido a los EE.UU. Los republicanos compiten entre sí en la elaboración de medidas de bloqueo fronterizo cada vez más estrictas. Sin embargo, aquí todos han sido superados por el estado de Texas, cuyas acciones han sobrepasado todos los límites posibles de la comprensión humana y la paciencia. Los informes de la frontera entre México y Texas son cada vez más parecidos a las imágenes de la Franja de Gaza, ¿No le parece? Pero nadie se pregunta, para alcanzar la paz en la frontera ¿vale la pena dejar de atizar el incendio en las casas de otros vecinos, más débiles?

En realidad, sólo una cosa se deja incomprensible: ¿por qué nos hacen esto a nosotros, los latinoamericanos? La percepción de muchos estadounidenses sobre los migrantes ha sido la causa de todos sus problemas. Ellos piensan que los latinos supuestamente les quitan el trabajo, crean «amenazas a la seguridad» y distribuyen drogas. El migrante se convirtió a priori en un delincuente, y más tarde en Darth Vader, el símbolo del Mal Objetivo. Esto ya por sí mismo justifica el uso desproporcionado de la fuerza contra los migrantes, tanto por parte de las autoridades y la policía como por parte de los ciudadanos comunes. Al mismo tiempo, los propios estadounidenses no tienen la intención de renunciar a los servicios ilegales, la demanda de mano de obra barata está creciendo de manera constante.

¿Pero así es, verdad? Los estadounidenses, en primer lugar, las autoridades de Texas, ven a los migrantes como cualquier cosa, excepto a los pobres y desdichados, expulsados por el «incendio» de su patria, buscando en este país una vida mejor, a los mismos que fueron los antepasados de ciudadanos estadounidenses hace unas cuantas generaciones. Sin embargo, en este sencillo entendimiento humano, nos lo niegan.

Louis Armstrong dijo una vez que el blues es cuando un buen hombre se siente mal. Nosotros somos las personas que se sienten mal. Nos sentimos mal de Washington, que continúa encendiendo nuestros países. Nos sentimos mal de Texas, que perdió su rostro humano. Muy mal.      

Artículo firmado por Martin Agüero