El relato de correísmo y anticorreísmo no solo divide a los ecuatorianos; nos fragmenta y asfixia, creando un espacio donde las voces críticas se ahogan bajo el peso de un chantaje político. Esta es la visión que comparte el abogado Marco Nahum Montes, quien considera que, a través de esta dicotomía, muchos ecuatorianos se ven incapaces de reaccionar ante promesas falsas y mensajes vacíos.
Montes señala que figuras políticas como Daniel Noboa han aprovechado esta grieta para consolidar su poder. Cada vez que las elecciones se acercan, resuena el mismo mantra: «Si no votas por mí, eres correísta». No solo es una táctica electoral; es una estrategia que paraliza y somete al pueblo. Para Noboa, usar la etiqueta de «anticorreísta» funciona como una armadura que justifica sus excesos y le permite actuar con impunidad.
El autoritarismo disfrazado de política
Un claro ejemplo de esta «demostración de fuerza política» se vivió el 6 de marzo, cuando funcionarios de la Agencia Nacional de Regulación, Control y Vigilancia Sanitaria (ARCSA) clausuraron el restaurante La Fogata y el local de «Pizza Libre». El motivo: presunta insalubridad. Sin embargo, Montes no duda en afirmar que el verdadero crimen de estos establecimientos fue su vínculo con el alcalde de Guayaquil, Aquiles Álvarez, un hombre que se niega a someterse a la autoridad de Noboa.
Este acto, según el jurista, no es un desliz aislado, sino una muestra clara de autoritarismo. Noboa utiliza el «anticorreísmo» para callar críticas, justificar abusos y controlar a sus adversarios. Para él, los opositores son meros «detractores» que deben ser silenciados, incluso si ello implica atropellar derechos y leyes.
Una guerra ideológica que empobrece el debate
Nahum Montes afirma que esta lucha entre «correísmo y anticorreísmo» no solo divide al país, sino que lo empobrece ideológicamente. Esta guerra no se basa en la razón ni en el diálogo, sino en una confrontación destructiva que impide el desarrollo de una agenda de cambio y progreso. Cada ciclo electoral renueva la división, mientras los ciudadanos, atrapados en la polarización, pierden la capacidad de exigir un verdadero cambio.
«Noboa, al igual que otros, explota esta división para mantenerse en el poder», señala el jurista. «Es más fácil someter a un país dividido que a uno que se une para cuestionar el poder». Mientras tanto, la violencia y el desempleo siguen destruyendo a la sociedad y los líderes continúan alimentando este conflicto ideológico.
Silencio ante la corrupción: una táctica peligrosa
Los escándalos de corrupción se convierten en ecos vacíos dentro de este escenario polarizado. Nahum Montes recuerda que, mientras Noboa utiliza la etiqueta de «anticorreísta» como escudo, los contratos irregulares en sectores clave como la energía, la seguridad y el petróleo siguen sin respuesta. La impunidad reina, ya que el chantaje político silencia cualquier intento de rendir cuentas.
El jurista destaca que el silencio de Noboa no es signo de debilidad, sino de arrogancia. Su estrategia es clara: «O estás conmigo, o estás con el correísmo». Este mantra lo blinda de la crítica y le permite seguir adelante sin enfrentarse a las consecuencias de sus actos.
¿Somos víctimas o cómplices?
Para Marco Nahum Montes, los ciudadanos ya no somos víctimas; somos cómplices inconscientes de un sistema que nos divide y paraliza. Aceptamos abusos por miedo a ser tachados de correístas o anticorreístas. Este silencio, según el abogado, es lo que ha permitido que la clase política se burle de la gente.
«Noboa no es la excepción, es solo el ejemplo más reciente de cómo este juego nos ha condenado a ser rehenes de nosotros mismos», afirma. La división es el arma principal para mantener el control, y mientras la confrontación persista, el país continuará sumido en el caos.
Una invitación al cambio y la unidad
Nahum Montes concluye con un llamado a la reflexión. «Si no despertamos y acabamos con esta trampa, seguiremos siendo prisioneros de nuestra división», señala. El cambio no debe ser en torno a la derrota de Noboa, sino en torno a la construcción de un país más justo, equitativo y unido. «El calendario avanza, y el momento de actuar es ahora».
El futuro de Ecuador depende de superar la confrontación ideológica y de poner en marcha una agenda nacional que busque el bienestar común, no el beneficio de unos pocos. Mientras la división persista, la sociedad seguirá pagando las consecuencias.
FIN