
Por: Manuel F. Díaz
La creciente ola de violencia en Ecuador ha encendido las alarmas y exige una respuesta inmediata para hacer retroceder el crimen y garantizar la seguridad ciudadana.
En los últimos días, el país ha sido testigo de hechos desgarradores, como la masacre en Guayaquil y un ataque armado en un hospital en Ambato.
Estos episodios no solo dejan tras de sí un saldo trágico de víctimas mortales, sino que también ponen en evidencia la urgente necesidad de implementar medidas eficaces para garantizar la seguridad ciudadana en un contexto de crisis.
Un panorama alarmante: la masacre en Guayaquil
El jueves 6 de marzo de 2025, Guayaquil, la ciudad más poblada de Ecuador, fue escenario de uno de los ataques más brutales que se recuerdan en los últimos años.
Al menos 22 personas fueron asesinadas y tres resultaron heridas en un suburbio, todo en medio de un violento conflicto entre bandas criminales rivales.
Este horroroso acontecimiento, que tuvo lugar en el distrito de Nueva Prosperina, no es un caso aislado, sino parte de una tendencia alarmante que ha llevado a Ecuador a convertirse en un punto neurálgico del crimen organizado en la región.
La Policía Nacional ha manifestado que este tipo de incidentes son producto de la lucha por el control territorial entre grupos delictivos.
Sin embargo, los ciudadanos de a pie no solo son testigos pasivos de esta realidad; ellos son las verdaderas víctimas y son quienes demandan la seguridad con urgencia.
La inseguridad se ha apoderado de las calles, y el miedo ha comenzado a ser un compañero cotidiano en la vida de muchos ecuatorianos.
Un ataque sin precedentes: Hospital Docente Ambato
Si la masacre en Guayaquil ya había sembrado terror, un nuevo ataque, esta vez en el Hospital Docente Ambato, exacerbó aún más la angustia nacional.
En un acto audaz y perturbador, un grupo armado irrumpió en el hospital con el objetivo de rescatar a un detenido bajo custodia policial.
Esta acción generó pánico entre pacientes, familiares y personal médico, demostrando que la violencia no conoce límites. Dos médicos y un guardia de seguridad resultaron heridos, señala el medio Primicias.
Un posterior operativo de la Policía Nacional y las Fuerzas Armadas dio sensación de calma, si bien los delincuentes lograron escapar con el delincuente que estaba internado en el centro hospitalario.
Y persiste la pregunta: ¿Qué tan seguro se siente realmente un ciudadano en una nación donde los delincuentes se atreven a atacar instituciones que deberían ser santuarios de salud y bienestar?
Una propuesta en seguridad: el plan Protege
En este complejo contexto, surge la propuesta de Luisa González, candidata presidencial del movimiento de la Revolución Ciudadana (RC5), quien ha presentado el plan Protege.
Este plan busca retomar las lecciones aprendidas durante el período de gobierno de Rafael Correa, entre 2007 y 2017, cuando Ecuador registró sus mejores índices de seguridad pública.
Durante esos años, el país se posicionó admirablemente en la región en términos de seguridad ciudadana, lo que invita a reflexionar sobre cómo se pueden aplicar esos modelos exitosos en la actualidad.
Un enfoque integral que contemple no solo la represión del crimen, sino también políticas de prevención, educación y reinserción social podría ayudar a desmantelar las estructuras de violencia que amenazan con devorar a la sociedad ecuatoriana.
La combinación de estrategia y compromiso político es clave para enfrentar este desafío.
El futuro depende de la seguridad
Ecuador está en un momento crítico. La violencia que ha caracterizado los recientes meses no debe convertirse en una nueva normalidad.
La ciudadanía exige respuestas claras y efectivas que garanticen su derecho a vivir en paz.
Es esencial que los líderes políticos y sociales, así como la población en general, se unan para exigir cambios significativos en las políticas de seguridad.
La implementación de estrategias basadas en la experiencia pasada, como el plan Protege, podría ser el primer paso hacia un futuro más seguro para todos.
La historia reciente nos enseña que, si no se actúa de manera decidida, las consecuencias podrían ser devastadoras.
La seguridad no puede esperar, y Ecuador necesita retomar el control.
La responsabilidad recae en todos nosotros, ciudadanos y autoridades, para construir un entorno donde la paz y la seguridad sean pilares fundamentales de nuestra convivencia.