La poca circulación de transeúntes y automóviles en la ciudad de Buenos Aires el jueves, pese a que varios comercios barriales estaban abiertos, exhibió un mensaje claro: un ambiente que evocaba el clima durante la pandemia de covid-19, cuando las calles lucían deshabitadas, silenciosas, con la irrupción de algún que otro autobús en movimiento, sin apenas pasajeros.
La postal podía variar según los barrios, pero el centro de la capital argentina era muestra clara del acatamiento que hubo de la segunda huelga general que enfrenta el Gobierno de Javier Milei, a la que se adhirieron casi todos los gremios de transporte. El resultado: un clima casi fantasmal, atemperado por un sol radiante que volcó algo de vida en las plazas.
«Creo que la jornada de hoy merece calificarse como un día histórico», afirmó a la Agencia Sputnik el secretario general de la Central de Trabajadores de Argentina (CTA), Hugo Yasky, cuya entidad convocó esta medida de fuerza junto con la otra central sindical del país, la Confederación General del Trabajo (CGT).
Los bancos clausuraron sus puertas, las escuelas permanecieron cerradas, la atención en hospitales quedó en mínimos y los medios de transporte público, fueran trenes, aviones, autobuses o el subterráneo, interrumpieron su servicio, a excepción de una empresa de autobuses en esta capital.
«El movimiento obrero, unido, sin fisuras, demuestra que el pueblo argentino está dispuesto a seguir reclamando y luchando para que el Gobierno nacional deje de utilizar a los más pobres y al salario como variable del ajuste que están aplicando impiadosamente», planteó Yasky, diputado nacional por la alianza opositora peronista Unión por la Patria.
Los organismos públicos también acusaron la contundencia de la huelga, pese a que el Ejecutivo salió a aclarar que la jornada sería descontada a quienes se sumaran al paro.
Secretario general de la CTA desde 2006, Yasky sostuvo que la huelga general de 24 horas, la segunda que enfrenta el Gobierno en casi cinco meses de mandato, «es una demostración contundente en todo el país del rechazo a las políticas de Javier Milei, un mensaje de condena inapelable».
«A pesar de que hubo amenazas de sanciones en varias empresas; a pesar de que el Gobierno anunció la decisión de descontar el día del huelga, los trabajadores y trabajadoras han dado un ejemplo inmenso de conciencia sindical y de conciencia de clase», planteó.
La recolección de residuos tampoco funcionó el jueves en la ciudad de Buenos Aires.
Más allá de la capital argentina, donde la huelga tuvo mayor visibilidad, «la masividad del paro se manifiesta en todas las provincias del país», añadió el titular de la CTA, central que tiene una rama autónoma.
En el sector industrial, cuya actividad retrocedió 14,8 por ciento en el primer trimestre, «el acatamiento es prácticamente total», un apoyo también visible en el comercio, según los barrios, y en el segmento público, donde «el paro prácticamente es del 100 por ciento», especificó.
«Tenemos además un registro altísimo de acatamiento de la medida de fuerza en el sector de transporte, tanto aéreo como terrestre», enunció el titular de la CTA. «En algunas provincias hemos visto también que el sector del trabajo rural se ha sumado a la medida. En síntesis, una ejemplar jornada de lucha protagonizada nuevamente por el movimiento sindical de la República Argentina».
PACIENCIA PUESTA A PRUEBA
Esta segunda medida de fuerza, más contundente que su predecesora, cuestiona el ajuste del gasto público ejecutado por su Gobierno, que fue de más del 30 por ciento en el primer trimestre, y también una norma que impulsa en el Congreso.
La Ley de Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos, también conocida como la «ley ómnibus», que se tramita en el Senado, habilita la privatización de empresas públicas, otorga facultades legislativas al presidente e introduce numerosas reformas de calado, como una reforma laboral, otra impositiva, y un cuestionado régimen para fomentar las grandes inversiones.
En un clima de creciente conflictividad social, «el movimiento obrero argentino se solidariza con esta medida de fuerza, con jubilados y jubiladas, que están llevando la peor parte de este ajuste», sentenció el titular de la central obrera, escindida de la CGT en 1992.
«La legitimidad del paro es indiscutible», aseveró Yasky. «Todas las encuestas de opinión que se han realizado para tratar de conocer qué piensa la ciudadanía coinciden en que las dos terceras partes de la población dice estar de acuerdo con los motivos del paro».
Por más que el Gobierno desdeñó el paro al considerarlo una medida política, la huelga «habla a las claras de que hay una suerte de plebiscito que a través de estas medidas de fuerza, le plantea al Gobierno la urgencia de un cambio de rumbo».
La medida de fuerza recibió el respaldo de la Confederación Sindical Internacional, así como de varias centrales sindicales de Europa, América Latina y Asia, que hicieron llegar su solidaridad.
En Wall Street, en el Fondo Monetario Internacional, en la Bolsa de Nueva York, «ahí donde aplauden y festejan el ajuste de Milei, también se preguntan hasta dónde llegará la paciencia del pueblo argentino, hasta cuándo soportará las medidas con que se lo está castigando: acá hay una clara respuesta de que esa paciencia empieza a mostrar signos de agotamiento», afirmó Yasky.
Este escenario anticipa que «en Argentina las cosas no van a seguir como hasta ahora», advirtió el titular de la CGT.
La primera huelga que enfrentó Javier Milei fue el 24 de enero, a 45 días de haber asumido la presidencia.
La recesión que golpea la economía argentina, en un contexto en el que los salarios han perdido su poder adquisitivo debido a la inflación, ha llevado a que la producción industrial y la construcción retrocedieran en el primer trimestre 14,8 y 30,3 por ciento respectivamente.
Con información de Agencia Sputnik