Trump dispara la incertidumbre global con el demoledor ataque a las instalaciones nucleares iraníes de Fordow, Natanz e Isfahán

Cuatro palabras —“Estados Unidos bombardea Irán”— bastan para resumir lo que el presidente Donald Trump hizo este sábado por la noche, madrugada del domingo en Teherán: pulverizar más de 45 años de contención en las tensas relaciones entre Washington y uno de sus más correosos enemigos. La decisión de bombardear tres instalaciones nucleares estratégicas de la República Islámica —anunciada, como tantas otras trascendentales, en la red social propiedad del líder republicano, Truth— no solo introduce a la primera potencia mundial en una era de incertidumbre en el inestable escenario de Oriente Próximo, también marca un punto de inflexión en la relación de Trump con el intervencionismo en el extranjero.
Washington resolvió con ese ataque las dudas sobre su apoyo a la campaña de Israel contra Irán con un bombardeo, ordenado sin la aprobación previa del Congreso, de tres bases nucleares iraníes ya famosas: Fordow, Natanz e Isfahán. Al rato, Trump calificó el ataque en un discurso ante la nación de cuatro minutos desde la Casa Blanca de “espectacular éxito militar”, y aseguró que las instalaciones habían sido destruidas.
El presidente hizo de su negativa a emprender aventuras bélicas en el exterior uno de los principales argumentos de su campaña, promesa que incumplió este fin de semana de la manera más espectacular posible. El gesto abona el terreno para un cisma en el movimiento MAGA (Make America Great Again), que si bien ha probado sobradamente su cintura para adaptarse a los cambios de idea de su líder, tiene tradicionalmente en la ruptura del aislacionismo geopolítico una de sus líneas rojas.
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