Quito, Descalzos, en silencio, con cadenas en los pies y ataviados con una vestimenta de color morado, los Cucuruchos, como penitentes, y las Verónicas, las mujeres piadosas que limpiaban el rostro de Cristo en su camino al calvario, volvieron a las calles del centro colonial de Quito en la Procesión del Jesús del Gran Poder en el Viernes Santo.

La tradición de casi 65 años es aprovechada por los asistentes para intentar eximir sus culpas e iniciar una nueva etapa de la vida, momento en el que no pocos pidieron el viernes por la pacificación de Ecuador tras varios meses de hervor político por la campaña electoral para elegir al nuevo Gobierno en medio de una ola de violencia de las bandas del crimen organizado.

«Después de las votaciones, lo único que queremos los ecuatorianos es la paz, con justicia, y esperando que Dios nos ayude», señaló a la Agencia Sputnik la joven Allison Rodríguez, quien viajó desde la localidad de Pifo, a unos 30 kilómetros de la capital, para participar en esta celebración religiosa.

Rodríguez asistió a esta tradición junto a varios integrantes de su familia, que cada año participan en el desfile para cumplir sus penitencias y pedir por la purificación de sus almas, liberándolas de este modo de todos los pecados en honor a Cristo, según relató.

«Salen todas las personas que desean participar en esta procesión como acto de penitencia; se reúnen todas las familias religiosas y desfilamos, haciendo lo que cada uno cree pertinente, la penitencia y los pedidos», dijo.

Cada año, las calles del centro histórico se llenan de estos personajes que parecen salidos de otra época en una procesión que toma unas dos horas.

Si bien esta figura de los cucuruchos es parecida a las procesiones de otros países, en Quito algunos cargan pesadas cruces o troncos de árboles, arrastran cadenas, alambres de púa, látigos y otros elementos con los que se autoflagelan para curar sus pecados, mientras caminan descalzos sobre el asfalto caliente o semidesnudos para eximir sus culpas, de forma simbólica.

Los Cucuruchos se hacen acompañar de las Verónicas, que visten de igual color, pero con pañuelos de encaje con el que cubren su cabello. A veces ellas cargan cruces o imágenes religiosas, en un acto de profundo recogimiento espiritual, pero también dibujan las lágrimas sobre su rostro para hacer más real la escenificación.

Estas mujeres evocan la figura bíblica de María Magdalena que secó el rostro de Cristo durante su camino al calvario y por ello marchan silenciosas, con el rostro compungido, detrás de los Cucuruchos.

La procesión comienza y termina en la Plaza de San Francisco y en la Iglesia que le da nombre está la imagen de Jesús del Gran Poder.

Además de los Cucuruchos y las Verónicas, decenas de participantes portan figuras del niño Jesús, imágenes religiosas en general y hasta fotos de personas fallecidas.

LA HISTORIA DETRÁS DE LA TRADICIÓN

La escultura de Jesús del Gran Poder, eje central de esta manifestación, fue creada en el siglo XVII por el taller de la Escuela Quiteña.

En 1961 el sacerdote franciscano Francisco Fernández buscaba una imagen que conectara con la fe de los quiteños. Intentó con la Virgen de Fátima, probó con la Virgen de Lourdes, pero no obtuvo resultados positivos.

Mientras meditaba sobre una tercera opción, observó que en la Sacristía de la iglesia San Francisco de Quito estaba abandonada una escultura de Jesús de Nazaret y decidió renombrarla como «Jesús del Gran Poder».

«Es una procesión penitenciada, donde los feligreses expresan su amor, su devoción a Jesús que da la vida por cada uno de sus hijos, por cada uno de nosotros», dijo a la Agencia Sputnik el sacerdote Mario Aguilar, mientras esperaba para marchar en la procesión al frente de la Unidad Educativa San Andrés, el primer colegio de América, donde surgió la Escuela Quiteña de Arte.

En 1961 se llevó a cabo la primera procesión cargando la imagen del Jesús del Gran Poder. Desde entonces, se la ha realizado cada año todos los Viernes Santos.

La procesión de Quito fue declarada patrimonio intangible de la ciudad en 2006 y representa siglos de historia. Además es una de las más grandes y llenas de simbolismo de América Latina.

LOS PEDIDOS DE LOS PENITENTES

«Yo vengo cada año por fe, para pedir por la salud, por el bienestar de mi familia, me encanta ir atrasito de la imagen de Jesús del Gran Poder para que me bendiga», señaló a esta agencia Sonia Merizalde, una retirada de 72 años, residente en el norte de Quito.

Ella llega cada año hasta el centro histórico de Quito para asistir a esta celebración desde que tenía 12 años.

También lleva varios años seguidos asistiendo a esta celebración Eugenia Andrade, quien vive en el norte de Quito, y vino este año acompañada de su esposo, según indicó.

Sobre qué piden en esta fecha, ella señaló a la Agencia Sputnik que «depende de la creencia de las personas». «Muchos se acercan para pedir favores de Dios o por arrepentimiento», añadió.

Este es un día que también aprovechan los comerciantes para vender paraguas, alimentos y souvenires alegóricos a la celebración, como pequeños Cucuruchos de llaveros o con imanes para pegar en superficies, así como paraguas y calcetines, a un costo más bajo de lo habitual.

Los turistas también se acercan con sus cámaras para registrar esta ceremonia, donde participan cientos de devotos llegados desde todo el país.

Muchos de ellos, como en ninguna otra época del año, aceptan dejarse fotografiar, no pocos confiados en que sus rostros no se verán detrás del disfraz de la ocasión.

«Creo que es una expresión de fe, y a más de eso de ser de fe, es también de cultura, de costumbre y de religiosidad popular, es importante que se mantenga esta tradición para que el pueblo pueda expresar esta manifestación a Dios», señaló el sacerdote Aguilar.

Luego del recogimiento, los participantes asisten a misa en sus iglesias en el centro histórico de Quito, esperando que Dios sea benevolente y escuche sus plegarias. 

Con información de Agencia Sputnik

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