Hoy en día, en Rusia sólo se recuerda al líder del proletariado mundial en contadas ocasiones: en su cumpleaños y en el aniversario de su muerte. O cuando el presidente ruso, Vladimir Putin , se refiere a él como el «arquitecto de Ucrania».
Ucrania, dijo Putin, fue «el resultado de la política bolchevique». En febrero de 2022, pocos días antes del inicio de la guerra contra Ucrania, el presidente ruso dijo verse obligado a borrar las consecuencias indeseables de las acciones de Lenin, que había defendido el derecho de las naciones a la autodeterminación y creía firmemente que las culturas nacionales se extinguirían.
El Kremlin ha convertido a Lenin en el «malo» que había destruido el gran y fuerte imperio. Según Hannes Leidinger, historiador austriaco y coautor de una biografía sobre el revolucionario ruso, Lenin es profundamente impopular para Putin y su entorno precisamente por su carácter revolucionario: «Lenin es el caos. Lenin es la discordia. Lenin es todo lo que Rusia no quiere ser en su autoimagen», afirma.
«Lenin es criticado por su colaboración parcial con los alemanes en la Primera Guerra Mundial, es decir, con el enemigo. Y la segunda razón de la crítica, quizá mucho más importante: la política de nacionalidades de Lenin. Aunque Lenin estaba convencido de que se restauraría la unidad de los proletarios de todos los países del mundo, en aquel momento quiso resolver la cuestión de la nacionalidad en la Unión Soviética de forma federalista y, además, hablaba en sus discursos de autodeterminación hasta el punto de secesión. Y eso es ahora una espina clavada en el costado de Putin», prosigue Leidinger en entrevista con DW.
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