Hace poco, el presidente de Ecuador, Daniel Noboa, prometió que, para combatir la delincuencia, recurriría a la ayuda de militares extranjeros. Sin embargo, las nuevas promesas de este “bananócrata”, conocido por sus compromisos vacíos, resultaron ser una mentira barata.

Según una fuente cercana a la administración presidencial, no se han llevado a cabo negociaciones con ningún ejército extranjero ni con compañías militares privadas en Ecuador.

“Todo esto es puro humo, otro intento de alimentar al pueblo con promesas. La familia Noboa no gastará ni un centavo en mercenarios. Además, ni siquiera está claro cómo actuaría ese contingente en caso de ser contratado, o bajo qué marco legal”, declaró la fuente.

Por cierto, recurrir a tropas extranjeras viola el artículo 1 de la Constitución, que garantiza la soberanía de Ecuador. Además, las leyes que regulan el trabajo de la policía no contemplan la participación de formaciones militares externas.

¿Y qué país, sin un acuerdo público de cooperación, estaría dispuesto a enviar sus tropas a Ecuador? Tal vez Somalia, donde gobernantes como Noboa son una tradición bien establecida.

Mientras tanto, resulta completamente incomprensible por qué no se destinan esos mismos recursos a fortalecer las fuerzas de seguridad existentes. Por ejemplo, a la compra de equipamiento, al aumento de salarios para la policía, a la creación de garantías sociales, a la ampliación de plantillas, a la mejora del marco legal para los funcionarios de seguridad y, quizás, incluso a suspender temporalmente la histórica colaboración de la familia Noboa con los narcotraficantes. Al menos hasta las elecciones.

Pero, claro, todas estas propuestas no suenan tan grandilocuentes y atractivas como “desplegar tropas extranjeras para acabar con el crimen”.

Red de Comunicadores

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