Garantizar el abastecimiento eléctrico fue el gran objetivo del Plan Maestro de Electricidad 2018-2027, que priorizó las energías renovables, especialmente la hidroeléctrica para potenciar y diversificar la matriz energética mientras se disminuye la compra y el consumo de combustibles fósiles.

Desde su establecimiento hasta el día de hoy, el consumo de electricidad se ha incrementado considerablemente, pero se mantiene dentro de los parámetros de crecimiento de demanda establecidos en el Plan, sin embargo, los ocho proyectos que debieron realizarse para cubrir una mayor demanda no avanzaron según lo previsto y se fue generando una brecha que cada vez es más compleja de cerrar.

En 2022, Ecuador consumió 26.051 GWh, reflejando un aumento del 7% respecto a 2021, según el Operador Nacional de Energía CENACE. Para el último trimestre de 2023, un déficit superior a los 400 MWh se consolidó y con ello llegaron los apagones, para 2024 y en ausencia de las obras que no se realizaron para incrementar la capacidad del parque eléctrico los apagones han llegado a durar hasta 8 horas en abril, aún pese a que estiaje debió acabar en el mes de marzo, además la situación se ha agravado por cuestiones climáticas, imprevisiones y la falta de mantenimiento en un vetusto parque termoeléctrico.

Entre 2008 y 2018 se invirtieron más de doce mil millones de dólares en el sector eléctrico y en 2018 ya se contó con 8.826,89 MWh de potencia instalada, en donde el 59,83% de fuentes eran renovables, en 2022 estas llegaron a significar incluso el 90% según CENCACE. La tendencia no continuó y las inversiones se dejaron de hacer, a pesar de las advertencias que constan en el Plan sobre la importancia de la disponibilidad económica.

El Plan estimó que para 2024 la tasa media de crecimiento se ubicaría en 4,4%, dentro de un rango 3 y 5,7% y ubicó el crecimiento de la demanda de potencia en el período 2018-2027 en una media de 6,6%.

Previsión de la Demanda anual de Energía Eléctrica (GWh) en bornes de generación del SNI – Caso Base.

A 2023 la demanda efectiva de energía fue de 30.198 GWh y en el Plan Maestro se estimó una media de 37.148 GWh. De haberlo seguido contaríamos con un flujo energético adecuado y suficiente para estas épocas, estaríamos en situación de exportación no solamente a países vecinos y, sin duda, sin los problemas que hoy nos dejan a la zaga del desarrollo.

Las inversiones requeridas para el desarrollo del Plan de Expansión de Transmisión 2018-2027 estaba fijado en 1.793,09 millones de dólares, de los cuales 981,62 millones eran para el corto plazo y 811,47 millones a largo plazo.

En estos costos no se incluyeron obras de transmisión asociadas a proyectos renovables no convencionales y ciclo combinado. Las obras estaban programadas para garantizar el normal abastecimiento de la demanda.

Sin financiamiento, sin recursos estatales y por tanto sin obras, Ecuador se dirigió exactamente al punto donde se encuentra hoy: en la penumbra, sin soluciones a corto plazo.

La preocupación se mantiene latente pese a que en 2021 se dio una actualización de la expansión de generación del Plan hasta 2031. La expectativa no cumplida fue captar capital privado por cerca de 2.200 millones de dólares en energías renovables no convencionales, que provengan de proyectos fotovoltaicos, eólicos, geotérmicos y de biomasa entre otros.

Nuevamente el objetivo (fallido) era garantizar el abastecimiento de la demanda de energía eléctrica incorporando 1.440 MW adicionales.

La idea era que esta energía renovable se sume a las de las hidroeléctricas Santiago (con una primera etapa con potencia instalada de 2.400 MWh), Cardenillo (596 MWh), Chontal (194 MWh) y el geotérmico Chachimbiro (50MWh).

La esperada adjudicación de estos proyectos por concursos públicos no se dio y los que a la fecha avanzan con capital privado no han terminado: el fotovoltaico El Aromo, los eólicos Villonaco II y III y Conolophus, en las Galápagos.

Sobre la reciente Ley de Competitividad Energética, de apenas 4 meses de vigencia, se puede decir contundentemente que no acabó con los apagones, que ya están decretados y son más largos que los de la crisis anterior, de octubre del año pasado.

Las soluciones no son inmediatas, pero las urgencias sí. La moraleja es que los planes se deberían seguir sobre todo en temas tan delicados como el energético.

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