En medio de un paro nacional que crecía exponencialmente, con la presencia de actores sociales e indígenas en las calles, el Gobierno Nacional anunció formalmente las preguntas para el referéndum y la consulta popular, que buscaban con anterioridad la aprobación irrestricta de la Corte Constitucional.

Este anuncio enfocó aún más el rechazo ciudadano efervescente de ese momento, ya no solo con consignas en contra del alza del precio del diésel, el costo de la vida, el desempleo, la crisis de salud y la inseguridad, sino también en contra de una nueva constituyente impulsada por el gobierno de Noboa. Esto constituyó un primer paso que, posteriormente, fue detonante para que la campaña por el NO crezca y se posicione como bandera ciudadana.

Durante la campaña plebiscitaria, el presidente planteó una estrategia política y comunicacional desde el Gobierno que concentró esfuerzos para afianzar el SÍ. Esto se evidenció en el discurso público de los distintos representantes ministeriales; en el uso del aparataje institucional para mover la entrega de bonos y beneficios de última hora; así como en acciones mediáticas destinadas a posicionar una gestión inexistente o poco eficiente ante la opinión pública. Mientras tanto, el despliegue de propaganda en redes sociales insistió en la saturación del mensaje mediante pauta digital y la contratación de influencers “light” para direccionar la anestesiada opinión popular.

En el discurso de campaña, Noboa adoptó un enfoque autoritario desde una perspectiva política de derechas, con una narrativa de orden que buscaba resonar en amplios sectores preocupados por la inseguridad. La campaña se movilizó desde el miedo y la urgencia, usando la inseguridad y la deslegitimación de actores pasados para justificar reformas concentradoras de poder en el Ejecutivo.

Por el lado de las organizaciones y colectivos ciudadanos, existió un activismo en escalada que caracterizó la campaña en su papel ciudadano y que determinó una vocería desconcentrada de oposición al Gobierno. No solo desde el partidismo político, sino desde una tendencia que incluyó a opositores usualmente no politizados y a actores sociales que —incluso siendo simpatizantes de Noboa— manifestaron públicamente su intención de votar en contra de su gestión y de una posible regresión de derechos. El voto por el NO constituyó un rechazo ciudadano a la gestión del presidente.

En este sentido, la administración de la victoria del campo popular en torno al NO en las cuatro preguntas abre la posibilidad de construir un sujeto político que conglomere la legitimidad de una agenda en contra del autoritarismo instrumental del proyecto neoliberal. Para ello es necesario abrir un ciclo de reflexiones empáticas y de visión estratégica frente al escenario político que deja afectado a ADN, pero no herido de muerte.

En medio de ello, se prevé un maquillaje gubernamental dentro del Ejecutivo, remozando figuras del gabinete en un relevo entre las mismas élites. Un círculo incestuoso de empresarios o empleados de la corporación que es juez y parte en la orientación de políticas en su beneficio y no del interés público.  Paralelamente, se enmascaran reformas cruciales en la Asamblea Nacional, con una mayoría que no da visos de ser de largo plazo, a la par de una confrontación abierta con la Corte Constitucional y un embate profundo hacia el control total de la Fiscalía y otros espacios de control.

Sin embargo, el triunfo principal que reivindica el “4 veces NO” es el de la batalla cultural por la hegemonía del relato, que encontró su grieta en el deterioro de las condiciones objetivas de vida, en la economía moral de la sociedad frente a la corrupción rampante y en el miedo a la pérdida simbólica de derechos.

El panorama político después del fracaso de la consulta popular y el referéndum impulsados por el presidente Noboa trae un mensaje claro desde la voluntad ciudadana: la exigencia de gestionar y articular soluciones reales a problemas reales, más aún cuando estos problemas son producto de la inoperancia del propio Gobierno, más allá de su prepotencia y del secuestro de la verdad en el relato. La popularidad de Noboa, en declive y reflejada únicamente en la alienación discursiva mediática en redes sociales, debe transformarse en un verdadero papel de gestor y administrador público: un gobernante y líder social, características que en otrora eran indiscutibles en un presidente constitucional.

Artículo firmado por Héctor Rodríguez Chávez, asambleísta

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