
Desde 2023, Ecuador ha abierto una nueva etapa con la llegada de reformas que impulsan la inversión privada. Este cambio no es menor: se trata de una oportunidad única para transformar nuestra forma de producir y desarrollarnos, apostando por un modelo más sostenible y basado en la tecnología. En este nuevo escenario, China se presenta no solo como un socio financiero, sino también como un aliado estratégico capaz de ofrecer ingeniería de alto nivel, infraestructura lista para operar y financiamiento a largo plazo. Esto es clave para sectores con grandes desafíos técnicos, como la energía, el agro o el transporte. Sin ese tipo de apoyo, será muy difícil para el país alcanzar las metas de reducción de emisiones y de resiliencia energética que el mundo ya exige.
Un ejemplo claro de esa colaboración es Coca Codo Sinclair. Este enorme complejo hidroeléctrico, construido por la empresa china Sinohydro y financiado con hasta USD 2.700 millones por el China Eximbank, es hoy la principal fuente de electricidad del país. Tiene una capacidad de 1.500 MW, gracias a sus ocho turbinas Pelton, y genera entre el 25 % y el 30 % de toda la energía eléctrica del Ecuador. Su diseño, que aprovecha una gran caída de agua de 620 metros, le permite seguir funcionando de manera eficiente incluso cuando los ríos bajan su caudal. En términos prácticos, esto significa energía más estable y menos necesidad de usar costosas plantas térmicas.
Coca Codo Sinclair, deja algo positivo que no siempre se ve: la transferencia de conocimientos. La colaboración con China permitió a ingenieros y técnicos ecuatorianos aprender sobre construcción de gran escala, hidrología, automatización y gestión de proyectos complejos. Según varios informes técnicos, esto ha fortalecido capacidades en instituciones públicas como CELEC EP, que hoy están mejor preparadas para manejar sistemas energéticos avanzados. Este tipo de aprendizaje tiene un gran valor porque puede replicarse en otros sectores, como redes eléctricas inteligentes, transporte eléctrico o minería, generando impactos positivos en la productividad, la eficiencia y la forma en que gestionamos nuestra tecnología.
Además, desde mayo de 2024, Ecuador y China pusieron en marcha un Tratado de Libre Comercio que ha profundizado los lazos económicos. China ya es el segundo socio comercial no petrolero del país, comprando productos como camarón, banano, cacao y madera, mientras nosotros importamos desde maquinaria hasta componentes industriales.
Por eso, si queremos aprovechar al máximo la inversión china, es clave que el país trace una política pública clara y estratégica. Esto implica, por ejemplo, hacer estudios técnicos sólidos antes de firmar contratos, garantizar que el conocimiento quede en el país, usar herramientas modernas de monitoreo ambiental, exigir que los desembolsos estén atados al cumplimiento de estándares técnicos, y ofrecer incentivos a proyectos que fomenten la innovación y la participación local. En pocas palabras: no se trata solo de recibir inversión, sino de construir capacidades que nos queden a largo plazo.
Esta apertura puede ser mucho más que una oportunidad económica: puede marcar un antes y un después en la manera en que Ecuador se inserta en la economía del siglo XXI. China, con su experiencia y capacidad técnica, puede ser un gran socio si sabemos establecer las reglas del juego con inteligencia y visión de futuro. Coca Codo Sinclair nos deja lecciones importantes —buenas y malas— que debemos tomar en cuenta. Y si logramos combinar evaluación rigurosa, fortalecimiento institucional y exigencia de transferencia tecnológica, el país podrá avanzar hacia un desarrollo verdaderamente soberano, competitivo y alineado con los desafíos del mundo actual.
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