Coca Codo Sinclair es, sin lugar a duda, una obra fundamental para el Ecuador en la generación de energía hidráulica y por eso, puntal de desarrollo nacional y de la vida de quienes habitan en este país.

Es una verdad se ha confirmado con creces en esta etapa de crisis en que ha sido reconocida la potencia de la central ubicada en la Amazonía, aprovechando la riqueza hidrográfica con la que cuenta el país y que hace que la hidroenergía sea la fuente más recurrida.

Pero ¿por qué esta obra, de 1.500 MW de capacidad instalada y que llega a cubrir más del 30% de la energía que consume el país puede tener detractores? Casi es inexplicable si no fuera porque a este coloso se le endilgan temas políticos.

La obra fue construida durante el gobierno de Rafael Correa. La hizo una de las empresas más sólidas del planeta de origen chino. El presidente de la República Popular China la inauguró en una visita sin precedentes a Ecuador.

Esos elementos marcan a Coca Codo Sinclair para quienes no pueden separar lo técnico de lo político y más bien los mezclan para hacer un menjurje en que no se logre identificar si mismo es técnico o si es político.

De eso veremos y mucho en estos meses, con una campaña electoral que ya está a puertas para las elecciones presidenciales en febrero de 2025 y que en la encuesta más reciente de Comunicaliza reedita como tempranos contendores al actual Presidente Daniel Noboa Azín y a Luisa González, de quien aun no se confirma la candidatura por la Revolución Ciudadana.

Mientras avanzan los días, veremos cambios de posición marcados. Y para ejemplo este: la ingeniera Carolina Bernal, docente e investigadora de la Escuela Politécnica Nacional, afirmó hace unos meses que Coca Codo Sinclair es una fuente muy importante para la energía que requiere la sociedad ecuatoriana para mantener su desarrollo.

Pero en una entrevista reciente en Teleamazonas, afirmó que la obra no debió construirse y trató de argumentar sobre un colapso inminente por sedimentos y erosión regresiva que se dieron que se presentó en 2020, cuando la central ya estaba en plena operación en sus primeros cuatro años.

Tanto CELEC como el Gobierno Nacional han reiterado que la erosión regresiva es un factor externo en que Coca Codo Sinclair no tiene responsabilidad y que más bien se debe proteger a la central frente al riesgo que ocasiona este proceso natural imprevisible al momento de los estudios, en 1980, y del inicio de la construcción, en 2009.

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