Más pueden los hechos que las afirmaciones sin fundamento. 

Esto es lo que ha ocurrido con Coca Codo Sinclair, que de ser calificada como un elefante blanco ha pasado a ser reconocida como lo que realmente es: la hidroeléctrica que mantiene al Ecuador iluminado incluso en la crisis eléctrica más grave que hemos atravesado.

No solo aquellos que han sido duros críticos de la obra, politizando sus opiniones, se han retractado o han dejado de denostar sin justificación a la central más grande de Ecuador, que entró en operación en 2016. 

Desde entonces, ha generado tantos kilovatios/hora que la inversión ha sido cubierta con creces.

También han prevalecido los criterios técnicos que desde un principio debieron ser la base de la evaluación de esta obra, planificada desde 1990. 

Gracias a las proyecciones realizadas en función de la fuerza hídrica del río Coca, se amplió su capacidad instalada de 800 a 1.500 megavatios hora.Si esto no hubiera sucedido, según el exministro Fernando Santos Alvite y expertos críticos como la geóloga Carolina Bernal, Ecuador tendría hoy apagones de hasta 12 horas, en lugar de solo cuatro. Así de sencillo.

El consenso es que la obra es fundamental para la conectividad eléctrica del país y, por tanto, para su desarrollo productivo y social.

En la creatividad popular, la central ha dejado una fuerte impresión en sus visitantes, quienes quedan impactados por su grandiosidad. Esto ha llevado a que comiencen a circular “declaraciones de amor” hacia Coca Codo Sinclair en redes sociales y hasta memes, donde la gente, beneficiaria directa de la central cada vez que carga un dispositivo o enciende una luz, expresa su afecto.

Esta es una muestra más de que los hechos prevalecen sobre los relatos, y que la población discierne con sabiduría. 

Queda una vez más confirmado: Vox populi, vox Dei, o dicho en castellano, la opinión popular es la que debe seguirse.

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