Marcela Aguiñaga: «Mi protesta, mi lucha, mi cuerpo»

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“Que se ponga de frente” “cínica” “su pose es la de una modelo que vende cremas y lociones” “farsante”, fueron algunas de las expresiones que recibí por atreverme a subir una foto con la espalda descubierta con el mensaje: “podrán aprisionar nuestros cuerpos, pero no nuestras ideas”. Pretendieron apropiarse de mi lucha, e intentaron minimizar mi legítima protesta.

Cada uno más “creativo” decidiendo sobre un cuerpo que no les pertenece, colonizando con adjetivos peyorativos, cambiando mi reclamo por mofas e insultos. A esto se suma las ya conocidas infamias que me inventaron como el video pornográfico; las críticas a la ropa que uso, como me maquillo, como me peino, con quien converso; por qué estoy soltera, por qué no soy madre, entre otros cuestionamientos.

Formaron un aquelarre a plena luz del día para desfogar frustraciones. Mi espalda se convirtió en el “muro de los insultos” de los que tienen por deporte condenar, de los que les gusta endosar culpas ajenas, de los que creen que un político correísta no tiene derecho a equivocarse y rectificar.

A algunas hasta ahí les llegó la sororidad, otros sacaron a relucir sus masculinidades frágiles, salieron los trolles a insultar y los inefables bufones para completar ese círculo de escarnio y convertirse en todo lo que alguna vez criticaron. Al parecer todo vale cuando se trata de una “correísta”.

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Y es así como nos quieren dar clases de ética siendo antiéticos, rechazan la intolerancia siendo intolerantes, con una mano se dan golpes de pecho en nombre libertad de expresión y con la otra exigen que nos callemos.

Paola, Gabriela, Soledad, Doris, Sofía, Marcela, no merecen un silencio perverso. Mi protesta es por ellas, por nuestras madres, abuelas, hermanas e hijas. Aunque les incomode mi espalda descubierta, les moleste mi frase escogida, no aprueben mi pose, aunque jodan porque soy correísta, no voy a callar.

Me manifestaré siempre, mi cuerpo es mi territorio político, es una forma de expresión, de empoderamiento y protesta. Mi cuerpo es mi grito contra la injusticia, es la voz que reclama por derechos, es un llamado de atención a la conciencia que nos están persiguiendo y encarcelando por no alienarnos al poder de turno.

Que el silencio no les pase factura, lo que antes estuvo mal, hoy también está mal. Ninguna mujer merece ser cosificada, ninguna merece ser juzgada por su apariencia o ideología, NINGUNA. Ojalá superemos lo que antes se criticó y dejemos de ser nuestros propios verdugos, haciendo “justicia” por mano propia.

A veces ser vehemente es mejor que ser prudente y no te das cuenta hasta que te pasa a ti o a los tuyos.

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