¿Cómo afectará a las relaciones internacionales la pérdida de la influencia del dólar?

Foto: Sputnik
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Desde 1944, el poder financiero estadounidense se ha utilizado como arma geopolítica de EEUU. En este contexto, el principal componente de este poder fue sin duda la consolidación del dólar como moneda del comercio internacional.

Al controlar los flujos de transferencias mundiales a través de sistemas (como SWIFT) y organizaciones multilaterales de posguerra como el Fondo Monetario Internacional, Washington se situó en una posición privilegiada frente a otros actores del sistema, pudiendo actuar mediante sanciones unilaterales para alcanzar sus objetivos políticos.

No obstante, hoy se discute como nunca el predominio del dólar en el sistema, un movimiento que se revela irreversible. Sin duda, es el problema más grave al que tendrá que enfrentarse EEUU en los próximos años. En la actualidad, muchos Estados (especialmente los pertenecientes al BRICS, o sea, Brasil, Rusia, la India, China y Sudáfrica) consideran la hegemonía del dólar como una reliquia del pasado y están tratando de desarrollar infraestructuras financieras alternativas y pagos en monedas nacionales.

En este contexto, China desempeñó un papel clave, como una de las principales economías del mundo capaz de contrapesar a EEUU. Pekín participó activamente en este proceso de desdolarización del sistema, mediante acuerdos bilaterales con países importantes (Rusia, Brasil e incluso Arabia Saudita, socio tradicional de los estadounidenses en Oriente Medio), así como a través de diversos acuerdos multilaterales e institucionales.

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Con esto, los chinos pretenden deshacer la primacía del dólar en las relaciones internacionales, un movimiento que ha reflejado la desconfianza de muchos países hacia EEUU. Durante su última visita a China, por ejemplo, el presidente brasileño, Luiz Inacio Lula da Silva, llegó a un acuerdo con Pekín para establecer negociaciones y comercio bilateral basados en monedas nacionales, aumentando así la autonomía económica de Brasil.

Además, desde que asumió la presidencia del Nuevo Banco de Desarrollo (NBD) este año, la expresidenta brasileña Dilma Rousseff también pronunció discursos sobre la necesidad de desdolarizar los negocios realizados por el banco y entre sus países, indicando que hasta un tercio de los préstamos empleados por la institución son en moneda local.

No por casualidad, ya hay una veintena de Estados interesados en unirse de alguna manera, ya sea a los BRICS o al Nuevo Banco de Desarrollo. Se trata de transformaciones históricas que, como declaró el mandatario chino, Xi Jinping, a su par ruso, Vladímir Putin, tras su visita a Moscú, «no se producían desde hace más de 100 años».

Cabe recordar que, en términos de relaciones internacionales, el poder social de la moneda dominante derivaba precisamente de la posición privilegiada del Estado hegemónico del sistema, que concentraba en su seno no solo un gran mercado, sino también un aparato militar prácticamente indiscutible.

A partir de la posguerra, el poder monetario se centró en EEUU, ya que Europa Occidental estaba hecha trizas y la Unión Soviética se presentaba como un bloque económico con un modelo autárquico dentro del sistema.

Dada esta condición inicial, el poder de veto concedido a Washington en las instituciones internacionales de crédito y financiación, como el FMI y el Banco Mundial, hizo que EEUU asumiera una posición hegemónica, impulsando el papel del dólar como moneda de comercio internacional.

Por último, cuando en 1971 el Gobierno del expresidente estadounidense Richard Nixon abandonó la conversión del dólar por oro a un tipo prefijado, los bancos centrales de todo el mundo ya no pudieron controlar las políticas económicas de EEUU, ni pudieron repudiar la legitimidad del dólar en el sistema.

Los aliados de Washington, por tanto, no tuvieron más remedio que aceptar la hegemonía de la moneda estadounidense. Con ello, los norteamericanos procedieron a aplicar una política de cerco a la Rusia soviética y a la China comunista, estableciendo unas 800 bases militares en todo el planeta y transformándose así en un auténtico imperio mundial.

Tras el final de la Guerra Fría, a su vez, quedó claro que las sanciones unilaterales aplicadas por EEUU podían utilizarse para estrangular a potencias y países considerados hostiles, como ocurrió por ejemplo con Cuba, Venezuela, Corea del Norte e Irán, entre otros. Sin embargo, a partir de la década de 2000, con el desarrollo económico e industrial de China, Beijing comenzó a convertirse en el principal socio comercial de la mayoría de los países del mundo, presentándose como un potencial adversario geopolítico y geoeconómico de los estadounidenses en el siglo XXI.

El aumento de la importancia de China en el sistema es precisamente uno de los principales catalizadores de este proceso de desdolarización en curso. No solo eso, sino que las draconianas sanciones estadounidenses y europeas aplicadas a Rusia desde 2014 y con mayor fuerza aún en 2022, han demostrado al mundo que ya no se puede confiar en las instituciones multilaterales bajo el mando de Washington, ni en la posición del dólar como moneda de referencia en el sistema.

La desfachatez de EEUU se hizo aún más evidente cuando el país se incautó de más de 300.000 millones de dólares en activos rusos en el extranjero en 2022, sugiriendo incluso utilizar esos fondos para la reconstrucción posterior al conflicto en Ucrania.

Tales actitudes, por tanto, acabaron de una vez por todas con la confianza en la hegemonía del dólar, indicando a diversos países que poner sus fichas en un Estado que embarga activos extranjeros a su antojo es uno de los pasos más arriesgados que se pueden dar. No es de extrañar que se estén realizando numerosos esfuerzos para acelerar la desdolarización del sistema, con el fin de reducir el poder de las sanciones unilaterales y agresivas de Washington contra sus adversarios.

Sin duda, el siglo XXI es solo el principio de este cambio, en el que el establecimiento de acuerdos bilaterales e institucionales permitirá acabar de una vez por todas con la hegemonía internacional del dólar. Esta será la característica principal de un nuevo mundo que se presenta política y económicamente multipolar.

Con información de Agencia Sputnik

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