
Para entender la dimensión que tiene Australia para Novak Djokovic (34 años) basta con hacer dos paralelismos: el terrestre entre Rafael Nadal y París, y el herbáceo entre Roger Federer y Wimbledon. Es decir, para el número uno actual, Melbourne es el fortín de cemento sobre el que ha edificado mayoritariamente su carrera, el templo en el que ha conquistado más trofeos que nadie. Nueve de los 20 grandes que colecciona. Si al español (35 años) se le identifica con la arcilla y al suizo (40 años) con el verde, la pista dura es el hábitat predilecto de Nole, capaz de desempeñarse en todos los terrenos; ninguno, en cualquier caso, como el tapiz aturquesado de las Antípodas, donde ahora se cierra el episodio más polémico y retorcido de su aventura profesional, y donde se abre un gigantesco interrogante: ¿Y ahora qué? Y más desde que el Gobierno francés rectificara y anunciara, en la noche de domingo a lunes, que Djokovic tampoco podrá jugar Roland Garros (del 22 de mayo al 5 de junio) si no se vacuna. Se le exigirá la pauta completa, igual que a los espectadores y el resto de profesionales implicados. El número uno del mundo ha llegado este lunes a Belgrado, recibido en el aeropuerto por varios seguidores como un héroe nacional.
Aquellos que conocen de cerca a Djokovic le describen como un hombre generoso y empático, permeable para enriquecerse y predispuesto a escuchar, pero también como alguien tan fiel consigo mismo y a su ideario que es muy difícil que pueda dar su brazo a torcer. Es decir, la posibilidad de que rectifique y decida aceptar la vacunación es más bien remota, por lo que su rumbo adquiere un asterisco y su pugna a tres bandas por ser el tenista más laureado de todos los tiempos queda en entredicho. Sin la inyección, la hoja de ruta del serbio perderá tres puntos francos (Melbourne, Nueva York y París) y la gran carrera histórica sufrirá un desequilibrio, en tanto que el balcánico deberá rediseñar su calendario y competir a otro ritmo.
“La decisión del juez puede cambiar la historia del tenis”, apostillaba el sueco Mats Wilander. “Su carrera está en juego y es posible que tenga que hacer algo que no quiere. Era el gran favorito y tenía una gran oportunidad de ponerse por delante de Roger y Rafa, pero creo que la decisión es justa. Han muerto millones de personas por el coronavirus y los australianos han sufrido mucho por las restricciones, en lo físico y lo mental”, agregó el ex número uno en el canal Eurosport.
Cinco días atrás, a través del mismo medio, Boris Becker advertía antes de que se conociera la resolución que ha devuelto a su casa al jerarca del circuito. “Los reglamentos se volverán más estrictos en vez de más relajados, más bien. Por eso, creo que él debería entender que si te vacunas, será más fácil para ti. Pero no sé si lo hará…”, indicó el alemán, que conoce muy bien la laberíntica mente de Nole, puesto que formó parte de su equipo de 2014 a 2016, coincidiendo con una de las franjas de máximo esplendor del serbio.
Más información en EL PAÍS