La Hoguera Bárbara (O) Juan Cárdenas

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Mañana los revolucionarios y demócratas recordamos 108 años del brutal asesinato en asonada y tumulto del Líder de la Revolución Liberal, Eloy Alfaro, víctima de la tenebrosa conjura del poder oligárquico de terratenientes y banqueros, de cúpulas clericales y de la prensa, ¡cuándo no! Un siglo después el pueblo ecuatoriano fue protagonista de un extraordinario proceso de cambio y transformación política, económica y social, de la mano del Líder de la Revolución Ciudadana, Rafael Correa. Ayer como hoy, pretendieron arrasar con el inocultable legado de la Revolución, unos por odio diabólico, otros por conveniencia económica de volver al saqueo a mano abierta y aquéllos por envidia, amargura y mediocridad.

Una perversidad falsaria cuando es descubierta lo tapan con otra mentira y así van amontonando tanta basura que termina por volverlos pestilentes, impresentables. La ciudadanía ya descubrió la trama de los odiadores. No pueden sostener sus griteríos. Sale un bravucón y se declara dueño del gobierno con la clásica prepotencia de “ésa gente”. Pero lo que ha conmocionado a la opinión pública es la propuesta del tristemente célebre banquero, coautor  y beneficiario del atraco bancario de 1999, quien volvió a ganar con el redescuento de los CDRs, segundo capítulo del monstruoso fraude, desesperado por llegar a la Presidencia, pretende tomarse por asalto la función electoral para que tuerza la voluntad popular; ése mismo se dirige a los jóvenes del Ecuador, creyendo que todos son mediocres como él; y les ofrece la eliminación de toda evaluación o  prueba para ser bachiller; y para que nadie moleste, les promete desaparecer a la SENESCYT, con eso los chicos volverían al reino del facilismo, del ningún esfuerzo, de la pereza y el relajo.

Así concibe a sus electores el candidato perdedor y banquero, como una masa de vagos, expuestos a la deformación moral e intelectual, sin sueños ni proyectos, sin metas hacia la excelencia ni nada, para destinarlos fatalmente al creciente mercado de la mano de obra barata. Es la visión de ésa oligarquía retardataria y explotadora que busca el poder para consumar sus fechorías y acrecentar sus fortunas, que guardan en paraísos fiscales, pese a que hay una expresa prohibición por voluntad del pueblo expresada en la Consulta de febrero del 2017. Eso les vale, han violado tantas veces la Constitución y las Leyes  que una clausura más de Radio Pichincha-Universal les importa un comino. Eso se llama ¡CENSURA! en cualquier parte del mundo, menos aquí.

Pero están angustiados y sudorosos, porque sus propias encuestas no les cuadran, por más que preguntan y preguntan, la gente no mismo quiere votar por ellos. Imagínense, donde no les conocen dicen que no van a votar porque no les conocen; y donde les conocen, tampoco quieren votar precisamente porque les conocen. Miserable suerte de la oligarquía. Vuelve la esperanza. (O) Juan Cárdenas

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