El caso Kavanaugh destapa la debilidad democrática de EEUU

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Madrid, 2 oct (Sputnik).- La audiencia ante el Senado del candidato al Tribunal Supremo Brett Kavanaugh ha sacado a la luz muchas de las miserias del sistema institucional estadounidense.

El duro interrogatorio al juez formado en la Universidad de Yale ha evidenciado que Estados Unidos se ha vuelto un país demasiado polarizado, demasiado desconectado del concepto de verdad y demasiado dependiente de un cuerpo de legisladores que hace mucho ya no refleja a la población a la que representa.

Lo que se vio (el 28 de septiembre) en el Comité Judicial del Senado “fue una auténtica vergüenza que eleva, si es posible, un poco más la ya profunda división política que vive el país. Si esto ocurriera en cualquier otro país del mundo, EEUU lo estaría describiendo como república bananera”. Esa es la rotunda opinión expresada por un curtido periodista hispano, Pablo Pato, con más de 20 años de experiencia nacional e internacional para varias cadenas de televisión como Telemundo, NBC, CNN y Telenoticias.

Ciertos medios de comunicación locales ya han advertido de que el choque a muerte entre el Partido Republicano y el Demócrata vivido en Washington a propósito de la confirmación de Kavanaugh pone en peligro los valores sobre los que se fundó esa nación hace casi 250 años.

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En el corazón de esos valores se encuentra una democracia que pone la voluntad del pueblo (o la voluntad de los ciudadanos que disfrutan de plenos derechos) por encima de otros poderes. Esa idea-fuerza está recogida en la famosa frase del discurso de Abraham Lincoln pronunciado en 1863: “El Gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”.

Los ciudadanos estadounidenses eligen cada cuatro años a un presidente, votan a sus fiscales generales y, a través de esos votos, seleccionan a los jueces. Las instituciones estadounidenses cuentan con votantes que confían en el sistema. Ese supuesto se basa en que los funcionarios electos saben que deben tomar decisiones en favor del bien común, y no a costa de un bipartidismo mezquino. Esa premisa se está viniendo abajo.

Kavanaugh tenía que pasar el preceptivo examen senatorial — primero en el Comité y luego en el Pleno—, después de haber sido propuesto por el presidente Donald Trump para un puesto vitalicio: magistrado del Tribunal Supremo, un órgano muy poderoso ya que habitualmente toma decisiones que afectan a las vidas de millones de estadounidenses.

El aspirante fue acusado al menos por tres mujeres de conducta sexual indecente cuando era universitario. Durante la audiencia, la profesora californiana Christine Blasey Ford le denunció por asalto sexual a principios de los años 80. Ford desgranó el estremecedor relato presuntamente ocurrido durante una fiesta de adolescentes donde corrió el alcohol.

“Brett me tocó y trató de quitarme la ropa. Le costaba porque estaba muy borracho y porque yo tenía ropa interior de una pieza debajo de la ropa. Creí que iba a violarme. Traté de gritar pidiendo ayuda, pero cuando lo hice, Brett me tapó la boca para que dejara de hacerlo. Esto fue lo que más me aterrorizó y tuvo el mayor impacto en mi vida posterior. Fue muy difícil poder respirar, y pensé que Brett iba a matarme accidentalmente”, dijo Ford.

Kavanaugh rechazó rotundamente esa acusación, y la tildó de partidista, pero empleó respuestas evasivas que no habrían sido toleradas por un tribunal presidido por él mismo. Y negó que bebiera mucho cuando era joven.

Varios líderes republicanos dudaron de la credibilidad de la denuncia de Ford al subrayar que ésta hubiera salido a la luz precisamente días antes de la trascendental votación del Comité. También destacaron que el testimonio oficial de Ford se contradecía con una versión anterior difundida por el diario The Washington Post.

En cualquier caso, el candidato iba a pasar el examen del Comité sin una oportuna investigación, como muchos senadores republicanos estaban dispuestos a hacer, sin preocuparles la verdad, lo que habría tenido un impacto extraordinariamente negativo en la reputación de la Cámara Alta, según confesó el presidente de la Asociación de Abogados de Estados Unidos, Robert Carlson.

El Tribunal Supremo también “debe seguir siendo una institución que siga fielmente la ley y no la política”, escribió Carlson.

Al final, el propio Trump ordenó al FBI que abriera una investigación para aclarar la denuncia expuesta por Ford. Dependiendo de lo que encuentren los agentes federales, la confirmación de Kavanaugh podría seguir su curso o, por el contrario, quedar suspendida, lo que daría paso al siguiente en la lista de pretendientes de Trump.

Si se descubriera que mintió bajo juramento, su carrera estaría acabada. Pero el daño a los pilares de la democracia ya está hecho. El mismo viernes 28 de septiembre, el senador demócrata por Vermont, Patrick Leahy, señaló que los historiadores recordarán la audiencia como un “punto de inflexión” en Estados Unidos.

La posible llegada de Kavanaugh a la Corte Suprema no es ninguna bagatela. Su amplio pasado conservador podría acabar con el delicado equilibrio ideológico del máximo órgano judicial de EEUU y convertir al Tribunal en un mero instrumento para ejecutar las políticas de quienes allí los colocaron; eso sería un enorme golpe para la imparcialidad y la independencia de la Justicia de la primera potencia mundial.

Uno de los temas más sensibles para el que los republicanos esperan la confirmación de Kavanaugh es la derogación de la sentencia Wade contra Roe, que legalizó el aborto en Estados Unidos en 1973.

Si no pasara el filtro del Senado, el actual magistrado federal engrosaría la abultada lista de personalidades masculinas estadounidenses que han caído en desgracia tras haber sido acusadas de acoso o abuso sexual por mujeres en los últimos 12 meses.

Entre los grandes caídos a consecuencia de la campaña #MeToo iniciada en octubre de 2017 en contra de la violencia machista, destacan el productor de Hollywood Harvey Weinstein, el actor Kevin Spacey, el presentador de televisión Matt Lauer, el senador Al Franken o el fiscal general del estado de Nueva York Eric Schneiderman.

Pero, ¿a qué se debe ese enfrentamiento sin cuartel entre republicanos y demócratas? A la cercanía de las elecciones de noviembre, en las que se renovará por completo la Cámara de Representantes y un tercio del Senado. Hay muchos, demasiados intereses en juego. Y no sólo en EEUU sino también en el continente americano.

Confirmado.net / Sputnik

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