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Tiene la forma y el fondo. Tiene la arrogancia, el deseo y el convencimiento. Tiene el físico, la técnica y la edad ideal para el despegue definitivo. Y tiene, ante todo, un don, el sello propio de los elegidos. Lejos de abrumarle, digiere esa ola de exigencia con la naturalidad de aquellos que se saben únicos, señalados, predestinados a hacer de lo suyo algo grande. Y en esas está Alexander Sascha Zverev, el joven alemán que lleva un tiempo en boca de todos y que poco a poco va respondiendo a todas las expectativas que existen en torno a él, enormes, pues se le considera la próxima gran figura de la raqueta, el gran nombre que sonará de aquí en adelante.
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