Después de la tormenta, Rafael Correa le devolvió la estabilidad política y económica a Ecuador

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    Hilda Ocaña recuerda con angustia y dolor la década de 1990. Los ahorros de su familia habían sido confiscados tras el feriado bancario de 1998 y dos hermanos se habían quedado sin trabajo producto de la crisis.

    Dos años antes había sido testigo de la revuelta popular que sacó apenas transcurridos seis meses de mandato al expresidente Abdalá Bucaram. El poco dinero que tenía su familia ya no alcanzaba para nada porque cada día se incrementaban los precios de los alimentos producto de la incontrolable inflación.

    “Estábamos desesperados. No sabíamos qué hacer, ni qué nos depararía el futuro”, dice la mujer, quien en ese entonces recién había dado a luz a su único hijo. Pocos meses después la única salida que encontraron fue endeudarse con chulqueros y amigos para que uno de sus hermanos pueda viajar a España y él desde ese país mande dinero para solventar los gastos de la casa.

    Y así transcurrieron los años posteriores: en medio de necesidades, de salarios indignos, de tercerización laboral y sufragando por candidatos que ofrecían un discurso del cambio pero que en el camino se terminaban vendiendo a las mismas élites que tradicionalmente gobernaron a este país.

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    Confiesa que llegó a creer que eso era lo normal. Que debía conformarse con las migajas que le pagaban por salario, que no tenía derecho a salud, medicina ni educación gratuita, que debía transitar por carreteras polvorientas, que no era merecedora de una atención pública de calidad o que le corten la luz porque no llovía en Paute.

    De paso, los gastos familiares debían solventarse con las remesas que mandaba su hermano desde Europa y por ello debía pagar impuestos.

    Vivió en carne propia el divorcio Estado-sociedad y fue testigo de la desazón popular que derivó en protestas callejeras que le costaron la presidencia a Jamil Mahuad (2000) y Lucio Gutiérrez (2005). Habían pasado 7 presidentes en apenas 10 años. La inestabilidad campeaba en este pequeño país pero de grandes contradicciones.

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